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La psicoterapia para mi es un proceso de autoconocimiento, descubrimiento de los propios recursos y de comprensión y reeducación de los viejos patrones. Poder acompañar a otro ser humano en su camino de transformación y sanación resulta para mí un privilegio, y me maravillo cada vez que alguien encuentra una respuesta creativa a sus penas y aflicciones. En mi práctica clínica me he encontrado cara a cara con el dolor del alma, aquella que desgarra y atrapa, que nos impide vivir, y muchas veces me he preguntado qué puedo hacer yo frente a un hecho que no se puede cambiar, ¿cómo ayudo a ese otro ser humano que me pide ayuda?. Esta pregunta me llevó a conocer y aprender diversas miradas terapéuticas, y la respuesta que encontré fue que no soy yo quien sana al otro, yo solo me transformo en un puente que le permite al otro encontrarse consigo mismo y con sus propios recursos creativos y sanadores, por lo tanto la resolución de una terapia siempre es para mi un acto asombroso y de renacimiento.
Considero que las penas y dolores del alma tarde o temprano nos afectarán a nosotros y a nuestro entorno, generándonos desequilibrios emocionales y físicos, por lo tanto poder realizar un proceso psicoterapéutico nos permite evitar, por un lado, las consecuencias de una vida desconectada de nosotros mismos, y por otro nos ayuda a mejorar nuestra calidad de vida y en muchas ocasiones a reencontrar un sentido de vida, que para cada uno será único y personal. El espacio psicoterapéutico, al ser un lugar protegido y desprovisto de prejuicios, nos da la oportunidad de mirar en nuestro interior aquellos miedos que no hemos sido capaces de enfrentar, y de esta manera sobreponernos a ellos y con esto acercarnos a nuestra autorrealización, es decir, a transformarnos en seres más libres e integrados.
una mirada mítico-simbólica
Tradicionales a la luz de la psicología analítica