Artículos Carolina Narea Marzo 28, 2017
Los rostros de la mujer sagrada: LA ABUELA
Hace años ella buscaba esa paz interior, que ahora al mirar a su nieta jugar la invadía. Al verla, comenzó a recordar a su hija cuando jugaban a saltar las olas en una lejana playa, eran recuerdos cálidos con olor a mar y brillo de arena. Hace tanto de aquellos días, había pasado tanto!, buenos y malos momentos, días felices y otros oscuros como la más cerrada tormenta, y sin embargo ahora estaba allí mirando a su nieta jugar. Estaba agradecida de la vida vivida, ya no deseaba la juventud, ni las grandes metas de su adultez, ahora estaba lista para vivir libre y plenamente, y recordó las palabras de aquel poeta Amado: ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Cuando la crianza ya se ha completado, se han logrado metas importantes en la vida y buena parte de las preocupaciones de subsistencia están cubiertas, la mujer puede concentrase en sí misma, mirarse y revisarse por primera vez con la mirada de los años pasados y preguntarse qué quiere para sí. En esta etapa muchas veces vienen los nietos, que son una enorme alegría, permitiéndole disfrutar de una maternidad sin responsabilidades, en la que puede darse el gusto de regalonearlos sin el peso de tener que educarlos. Por eso en esta etapa muchas abuelas se permiten jugar y mimar a sus nietos como no lo hicieron con sus propios hijos. Esto abre un espacio para la reconciliación entre los abuelos y sus hijos, si es que han quedado resentimientos de infancia. Es el tiempo en que los hijos, al transformarse en padres, pueden comprender mejor a sus propios padres y los abuelos tienen la posibilidad de desplegar todos los juegos que no se permitieron con sus hijos cuando éstos eran niños.
La abuela es la puerta de entrada al tercer ciclo de la mujer que está asociado a la vejez y la sabiduría, aunque uno no implique al otro. De hecho la sabiduría es un camino que requiere conciencia y una revisión profunda de los anhelos, sueños, deseos, de lo que hemos hecho con nuestras vidas y también es adentrase en la propia sombra y mirar aquellos aspectos de nuestra identidad que posiblemente se han ocultado a los otros y, a veces, especialmente a nosotras mismas.
Cuando una mujer logra atravesar la amenazadora vivencia de mirarse a sí misma, sin máscaras, sin maquillajes o condescendencias, descubre que tiene un riquísimo mundo interior y que puede empezar a disfrutarlo. Por esto para los demás ella puede parecer distante o indiferente, pero sólo es la expresión de una profunda conexión con su experiencia subjetiva interna, desarrollándose en ella una aguda intuición sobre los procesos íntimos de sí misma y de aquellos que la rodean.
¿A qué nos invita el arquetipo de la abuela?
La abuela nos lleva a conectarnos con la necesidad de centrarse en el mundo subjetivo, en sentir intuitivamente lo que pasa tanto en su interior como en aquellos que ella ama. Es un espacio de transición que la lleva a cuestionarse sobre su vida, para aceptar la muerte de lo que ya fue, de lo que nunca será y abrirse a lo que vendrá. Esto la vuelve más humana, más cálida y paciente, para los demás ella puede transformarse en un refugio acogedor y amoroso, permitiéndonos reconectarnos con el goce de las cosas sencillas, descubriendo lo sagrado de compartir una taza de té acompañada de una dulce sonrisa enmarcada en un amoroso rostro surcado por el tiempo.
En el maravilloso relato de Michael Ende “La Historia Interminable”, el protagonista, un niño bastante tímido llamado Bastián, vive una aventura increíble, muy al estilo del viaje del héroe, en el cual tiene que ir enfrentándose a diversos miedos y sombras personales, representados por los personajes y desafíos de la historia. En uno de los pasajes finales, ya cansado de tantos deseos cumplidos pero que no llenaron su vacío, pidió ser amado y cuidado sin expectativas ni prejuicios. Entonces llegó a la Casa del Cambio donde vive Doña Aiuola, quien lo acoge y le da cobijo, sin preguntas y sin peticiones. Esta es una representación materna, tal como lo es la abuela, que también es una madre, solo que ya su energía no está puesta en educar, poner límites, ni criar, la abuela solo está para quien la necesite, un espacio para recuperarse, reencontrarse y nutrirse de su paz.
¿Tiene algún aspecto negativo este arquetipo?
Sí, ya que esta conexión con su mundo íntimo la llevará a privilegiar la soledad y la independencia, manteniendo férreos límites que impidan que otros lleguen a irrumpir en su espacio tanto material como espiritual. Esto puede conllevar un potencial peligro que es el aislamiento. Pudiendo estar tan centrada en su vida interior que descuide el estar en el mundo.
Estar en contacto consigo misma puede resultar tan gratificante que la puede llevar a una gran soledad. Como el arquetipo de la abuela representa un espacio seguro, cuesta dejarlo cuando se encuentra, ese estado de paz y quietud interior puede atraparnos e impedirnos continuar con la vida, olvidamos que es un estado necesario que también debe pasar para permitir que podamos conectarnos con otros arquetipos. En el cuento de Hans Christian Andersen “La Reina de las Nieves”, Gerda, la protagonista, realiza una larga búsqueda de su amigo amado Kay, a quien la Reina de las Nieves tiene cautivo. En uno de los pasajes Gerda se encuentra con una mujer muy vieja, que le da cobijo y abrigo, sin embargo la hace olvidar su cometido, manteniéndola en un agradable y apacible estado, dándole lo que ella quiere para que permanezca a su lado. Por esto olvidarnos en este refugio interior puede representar un estancamiento en nuestro proceso de individuación.
¿Cómo se expresa este arquetipo en mi vida?
En cuanto al trabajo, el arquetipo de la abuela preferirá aquellos que exigen calma y paciencia, cualidades que en ella son innatas. Mantendrá relaciones cordiales y fáciles con quienes la rodeen, sin embargo también puede que, al ser pasiva e inalterable, su trabajo e incluso su presencia pasen desapercibidos para los demás.
Este arquetipo establece relaciones cálidas y cercanas con las mujeres que la rodean y suele escuchar comprensivamente a sus amigas, manteniendo una actitud ecuánime. Tiene pocas amigas, con las que ha cultivado una amistad profunda, compartiendo momentos de intimidad. Dado que ella disfruta profundamente de la soledad, un potencial riesgo es que se aísle cada vez más, incluso dejando fuera de su mundo a sus más íntimas amigas.
El arquetipo de la abuela creará un ambiente cálido y acogedor en el hogar, esperando que su compañero se encuentre a gusto, buscando que él sienta que el hogar es un remanso de paz y un verdadero refugio del mundo exterior. Por otro lado si este arquetipo está muy centrado en sí misma, puede sentir a su pareja como un invasor que irrumpe en su mundo despojándola de la tranquilidad alcanzada.
La sexualidad puede ser vivida como una experiencia agradable y cálida, que disfruta sobre todo por la sensación de intimidad y acercamiento con su pareja. Sin embargo también puede prescindir del sexo y sentir incluso que éste no tiene mucha cabida en su vida.
Los hijos para este arquetipo son atendidos y cuidados con amor y ternura. Ella los deja ser y puede darles pocas pautas para vivir sus vidas. Espera que ellos se desarrollen dentro de un clima amable y grato. Como este arquetipo desarrolla profundamente la capacidad de introspección y se complace con su retiro hacia su mundo interior, puede dejar a sus hijos a su libre albedrío, sintiendo éstos que su madre se encuentra muy distante de ellos, aunque les siga prodigando atenciones.
La familia para la abuela es un espacio acogedor y tranquilo, un refugio sagrado donde cada miembro encuentra protección y amor. Si esto se exagera, lo que el arquetipo hace es construir una fortaleza alrededor de su familia donde el mundo exterior no tiene cabida, aislándolos a todos.
¿Cómo puedo cultivar este arquetipo?
El arquetipo de la abuela está en cada persona sin importar su edad o el sexo, cuando logramos una conexión íntima la abuela está presente.
Entablar un diálogo conmigo desde una actitud curiosa y comprensiva nos abrirá la puerta para conectarnos con la abuela. En este diálogo puedo preguntarme: ¿cómo estoy?, ¿cómo me siento?, ¿qué me hace sentido hoy?, ¿qué dejó de tener sentido para mí?, ¿estoy contenta/o con la vida que estoy viviendo?.