Artículos Carolina Narea Enero 9, 2018
Análisis de dos relatos tradicionales mapuches a la luz de la psicología analítica.
Desde la perspectiva de la psicología analítica, los mitos, los cuentos tradicionales y leyendas nos entregan el saber del inconsciente colectivo, el cual es un estrato profundo y arcaico, que está en la psique de cada ser humano, es una especie de biblioteca que contiene las experiencias de todo lo humano, tanto lo sublime como lo despreciable, y que su saber trasciende la cultura o el espacio tiempo en el cual surgió. Además cuenta con un propósito: la individuación, la cual es una fuerza que nos mueve a la transformación, a ser lo que hemos sido llamados a ser.
En el inconsciente colectivo están los arquetipos, que son patrones organizadores de la psique, no podemos conocerlos directamente, pero si nos podemos acercar a ellos por medio de las imágenes arquetípicas, y de éstas están construidos las leyendas, mitos y cuentos. Esto significa que analizarlos es colocar una lupa a las imágenes arquetípicas contenidas en éstos, identificando también las dinámicas que subyacen a cada relato, para poder extraer desde el punto de vista junguiano su contenido colectivo, para así poder nutrir nuestra psique individual con este río de vida y sabiduría. Y así como en un sueño cada uno tomará lo que su psique particular necesite. Además en tanto imagen arquetípica su riqueza no se termina con un análisis, pues son símbolos vivos que nos aportarán nuevos significados cada vez que volvamos a la imagen.
La batalla de los pillanes (para leer el relato pinche la imagen)
En este primer relato cuando Pu-am, el alma universal, despertó se originaron los espíritus antiguos, apareciendo los primeros pillanes. Habitaron el wenumapu (el cielo) y lograron traer la luz. Uno de estos pillanes: Antü, tomó como inandomo (esposa) a Kuyén, y sólo con este acto se despiertan emociones que finalizarán en la batalla de los pillanes.
Las otras pillanes femeninas, las wangülen, sienten envidia y celos. Pero el que más envidia comienza a sentir es Peripillán, que sentía envidia de Antü y alimentaba la envidia de las wangülen, por lo que se perdió la armonía en el wenumapu.
La envidia se instala en este relato desde el inicio como una fuerza movilizadora y también destructiva. En muchos cuentos y mitos, la envidia es el motor que produce el desarrollo de la historia, como un personaje sombrío que mueve los hilos tras el relato. Carlos Byington, analista brasileño en su libro La envidia creativa, propone que existe una envidia creativa, cuando se es capaz de identificar qué es lo que me hace falta, pues la envidia es desear lo que el otro posee, y que se supone yo no tengo. Por lo tanto lo que habría que hacer es volver la mirada a mi interior para identificar lo que necesito y buscarlo en mi. Pero si la envidia no hace este camino, igual que una herida infectada, comienza a podrirse, hasta finalizar en el deseo de destruir a quien envidio, deseando su caída y su sufrimiento. Debido a que espero que el otro sufra tanto como pude haber sufrido yo por no tener lo que deseaba.
La forma en la cual Antü afronta esta problemática es por medio de una batalla, donde claramente se forman bandos y finalmente gana el que se impone por la fuerza al otro. Esta es una dinámica patriarcal, que busca el orden y la armonía por medio de la dominación, siendo su eje central la soberbia y el poder.
Peripillán es una expresión de un ego inflado, manifestándose esta hybris por medio de la envidia hacia Antü, que alcanza su punto culmine en la batalla, ganando finalmente Antü y encerrando a Peripillán en el volcán Osorno, o sea queda aprisionado para que haya paz. Este tipo de resolución excluye el eros, impidiendo la integración de la polaridad que ha sido definida como negativa o destructiva, reprimiéndola y llevándola por lo tanto a la sombra.
Ahora bien, la invitación es a mirar este relato como si fueran partes de mi. Pues habría un punto de inicio exterior, algo envidio de alguien, luego la pregunta es ¿qué es realmente lo que estoy envidiando del otro? ¿su felicidad, su seguridad, su tranquilidad, etc.? Y entonces como consecuencia de esta respuesta me puedo preguntar de la manera más honesta posible, ¿qué es lo que entonces yo siento que no tengo? y ¿qué me ha impedido poder encontrarme con aquello que necesito?. En este punto posiblemente podemos identificar dos fuerzas que habitan en mi, quizás una es el miedo y la otra la valentía que desea surgir, o la desconfianza y la otra la confianza que desea surgir, etc. Tengo una batalla interna, imponiéndose aquella parte de mi que sea más poderosa y reprimiendo a la otra, sin importar cuál gane, tenemos una dinámica patriarcal que acabará polarizándonos aún más para conseguir orden y supuesta paz interior.
Esta es una batalla entre nuestros ángeles y demonios, donde además hacemos juicios de valor definiendo que una parte es la buena y la otra la mala, sin preguntarnos cuál podría ser el propósito de cada parte.
La leyenda de Licarayén (para leer el relato pinche la imagen)
En este segundo relato “La leyenda de Licarayén”, nos encontramos con una hermosa historia de amor que pareciera va a finalizar en una boda. Sin embargo nuevamente la envidia irrumpe como un personaje sombrío. Peripillán, que esta prisionero en el volcán Osorno ve la felicidad y el amor de la bella Licarayén y del gallardo Quitralpi y siente envidia. Esto lo comienza a corroer por dentro hasta que estalla causando la destrucción, por medio de una erupción volcánica. Una vieja machi aparece y dice que la única manera de detener ese fuego abrasador es por medio del sacrificio de la doncella más pura. Licarayén es esa doncella, ella finalmente comprende que su sacrificio es lo único que mantendrá con vida a todos. Ella le pide a su amado Quitralpi que le saque el corazón que será enviado como ofrenda a Peripillán, con lo cual comienza a caer nieve que aplaca el fuego del volcán, formando el lago Llanquihue.
Tal como lo hicimos con el relato anterior la invitación es a mirarlo como aspectos de nuestra psique. Peripillán representa aquello que hemos encerrado, reprimido, rechazado y que posiblemente detestamos de nosotros mismos y esa parte se encarga de enviarnos cada cierto tiempo su veneno, por medio de ideas irracionales, de desconfianzas sin fundamento, devaluándonos, descalificándonos.
Este relato nos da a entender que aquello que hemos aprisionado sigue ejerciendo su poder sobre nosotros, quedando en la sombra como un complejo autónomo, pero que puede ser muy destructivo. Licarayén, como imagen del alma, comprender la importancia del sacrificio como un acto sagrado de reparación. Lo que no tiene y no ha recibido Peripillán, es amor, es el eros el que ha quedado vetado para esta parte, y esa negación ha generado amargura, rabia y odio. Y sólo un acto voluntario de sacrificio puede reparar. El corazón representa el amor que se le entrega a Peripillán y cuando esto ocurre cae la nieve que finalmente se transformará en el agua de la nueva vida. Peripellán finalmente ha sido redimido e integrado a la psique.
Internamente esto significa la muerte de una manera de funcionar, nuestro ego muere como el que fue, para renacer transformado, renovado. Licarayén abandona la ética patriarcal y se sacrifica comprendiendo que existe un motivo trascendente, siendo una expresión de la dinámica de alteridad, instalando al amor, al eros como eje central. Logrando una armonía que integra.