Artículos Carolina Narea Marzo 11, 2018
Quiero comenzar este artículo con algunas preguntas ¿Cómo surge un trauma?, ¿Cómo nos marca el dolor?, ¿cómo sobreponernos a éste?, ¿qué lleva a un ser humano como tú o yo a causar daño a otro?. Estas son preguntas que hace tiempo rondan en mi mente y en mi corazón.
Parto con un poco de historia, la palabra trauma procede del griego τραῦμα, que significa herida, usándose tanto para el ámbito físico como psíquico. Por lo tanto, un trauma surge a partir de una experiencia que nos ha herido, que nos ha causado dolor. Sin embargo, si bien podemos coincidir que el dolor es una experiencia universal, también es profundamente íntima y particular, debido a esto algo que puede ser traumático para unos no lo es para otros. Pero ¿qué hace que una experiencia sea traumática?.
Hace tiempo conversando con una amiga le comentaba que en la época universitaria había practicado artes marciales y que me resultaba muy entretenido, mientras le contaba vi como su cara cambiaba, entonces me comenta que ella lo pasaría muy mal en una situación así, pues la percibía como violenta, haciéndola sentir mal físicamente, traté de explicarle que no era violenta y que cuando practicábamos todos nos cuidábamos mucho y pasábamos un buen momento. Me quedé pensando en esa conversación y qué era lo que ocurría en lo que yo percibía y lo que ella percibía. Y lo que cambia es el significado que cada una le da, por lo tanto, el dolor tiene historia, la nuestra.
Cuando el dolor tiene un significado con un sentido para nuestras vidas también lo podemos sobrellevar e integrar, como una madre que está en trabajo de parto, el dolor puede ser muy intenso, sin embargo, cada contracción la acerca a conocer a su bebé. Y si bien puede ser un dolor tremendamente intenso tiene un significado y un sentido profundo.
¿Y si el dolor no tiene un significado ni un sentido? Entonces será sentido como injusto y será traumático y trágico. Surge el pensamiento: “Esto no me lo merezco”
Este dolor sin sentido ni significado, puede hacer que la herida se pudra, expresándose como amargura, resentimiento, odio. ¿Pero hacia qué o quién?
Creo que en este punto buscaré una posible respuesta en los relatos míticos, cuentos de hadas y leyendas, que nos muestran verdades de la psique colectiva. Tomaré en particular dos relatos antiguos: La caída de Lucifer y la Batalla de los Pillanes, del pueblo mapuche.
“¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a la tierra dominador de naciones! Tú decías en tu corazón: “escalaré los cielos; elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios; me sentaré en el monte de la divina asamblea, en el confín del septentrión escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo”. Isaías 14:12-14,
En este relato bíblico, la soberbia de Lucifer es castigada. Pero ¿por qué surgió la soberbia en Lucifer?.
Lucifer era el ángel más hermoso, brillante y sabio de la corte celestial, convirtiéndose en la mano derecha de Dios. Entonces ¿qué pasó?. Podría hipotetizar que Lucifer admirada a Dios. La admiración se puede definir como la consideración especial que se tiene hacia alguien o algo por sus cualidades. Esto puede presuponer que el otro tiene algo que yo creo que no poseo. Esto me lleva a pensar que en algún momento esa admiración se transforma en envidia. Creo que mientras estamos satisfechos con lo que nos ha tocado se mantiene la admiración, pero cuando se abre un espacio de insatisfacción, quizás al principio es solo un pequeño malestar, un punto negro en nuestra experiencia total, que comienza a crecer, haciéndonos mirar lo que no se tiene cada vez con más codicia, hasta que en un momento se puede llegar a sentir porqué el otro si y yo no, ese es el comienzo de la vivencia de injusticia, porqué el otro posee algo que yo no, si tengo tanto derecho a tenerlo como el otro, y es posible que ese sea el germen de la soberbia, yo merezco tanto aquello como el otro.
Cuando esta soberbia comienza a crecer, se va instalando en el alma con más fuerza la vivencia de injusticia, hasta que comienza un proceso de contaminación, pareciera que nada es suficiente, que nada causa felicidad porque sólo se ve lo que el otro tiene. En el relato la Batalla de los pillanes, Peripillán siente envidia de Antü: “Sobre todo era Peripillán quien creaba más desorden en el wenumapu e impedía que hubiese la armonía necesaria. Peripillán es un espíritu antiguo muy luminoso y poderoso, como todos nosotros lo sabemos muy bien. Así como millán(oro) es el color de Antü, kelü (rojo) es el color de Peripillán, que es también el color del fuego que lo incendia todo y que lo transforma todo en brasas, y que es también el color de la sangre que da la vida. Como el fuego y como la sangre, así es el color de Peripillán”
Al principio la envidia de Peripillán se manifiesta aprovechando la envidia y celos de las wangülén, porque Antü eligió como esposa a Küllén, y las incita a que critiquen con palabras malvadas y duras a Antü. No manifiesta abiertamente su rabia y rivalidad, sino que lo hace de manera soterrada, usando a otros. Finalmente, confrontado por Antü su rabia se muestra y comienza la batalla de los pillanes.
Peripillán envidia el color de Antü, el haber sido elegido como líder, y quizás en su fuero más íntimo, él también deseaba a Küyen. Peripillán, vive estas diferencias como injustas.
La envidia se va transformando en sufrimiento, en un dolor insoportable, en odio hacia aquel que posee algo que se desea apasionadamente, se comienza a percibir al otro como el enemigo, y el alma ya corrompida susurra que se es mejor que el otro, así como Lucifer no solo quería derrocar a Dios, sino que se considera más grandioso que él. Ahora ya se está en un proceso en el que ya no solo se desea lo del otro, sino que de desea y orquesta la destrucción del otro. Para Peripillán no es suficiente tener lo que tiene Antü, sino que se busca activamente la destrucción del otro. La envidia ha dado paso a la soberbia y ésta al odio y la destrucción.
En lo que he ido describiendo, considero que lo traumático es el momento en que la experiencia de exclusión y rechazo vivenciada por Peripillán, debido a que es Antü el elegido, el bendecido, comienza a corromper el alma hasta que considera que tiene derecho a tener lo de Antü, incluso a costa de dañar a otros. Pareciera que ese trauma inicial y ese enorme dolor posterior dieran el permiso para destruir, que es lo que intenta Peripillán. Finalmente, después de una larga batalla, Antü vence por la fuerza y encierra-entierra bajo una montaña de grandes rocas a Peripillán.
¿Qué hacer ante un alma corrompida? En el Leyenda de Licarayén surge una posible respuesta. La bella Licarayén está junto al valiente toqui Quitralpi, ambos se aman y se casarán pronto. Peripillán encerrado en el volcán Osorno, ve a la hermosa pareja y siente envidia de su amor. Comienza a escupir lava y fuego, y solo el corazón puro de Licarayén podrá salvar a su pueblo. Ella al principio quiere huir, pero finalmente comprende que su sacrificio permitirá la vida de todo lo que ella ama. El gran dolor que ella siente es vivido como un sacrificio, es decir, como algo sagrado, con un sentido y un profundo significado, que permitirá la vida. Si esto es llevado a nuestro mundo interno, quizás sea necesario preguntarnos por ¿cómo es mi Peripillán?, esa parte de cada uno que puede estar tan dolida, que no solo ha experimentado el rechazo externamente, sino que también dentro de la propia psique, que negamos o escondemos, o que quizás incluso ni siquiera sepamos de su existencia, aunque si podríamos percibir las muchas huellas que ha ido dejando en nuestras vidas. ¿Cómo es mi Antü?, que posiblemente busque la manera de derrotar, extirpar, eliminar aquello que nos resulta indeseado de nosotros mismos, logrando solo sepultarlo bajo una montaña de grandes rocas, aumentando su ira y dolor. ¿Cómo es mi Licarayén? Esa parte de cada uno que puede estar dispuesta a sacrificarse, es decir, estar dispuesta a entregarle el corazón a esa parte que se ha quedado sin uno, estar dispuesta a como dijo Cristo: “Ama a tu prójimo, a tu amigo y a tu enemigo, bendice al que te maldice, ora por el que te insulta y persigue”. Es amar y bendecir tanto al enemigo externo y quizás principalmente al interno.
Devolver el Eros para trascender el trauma y el dolor, es posiblemente una de las misiones que cada uno de nosotros y nosotras tenemos a lo largo de la vida.